El aumento de los productos comestibles ultraprocesados (UPP, por sus siglas en inglés) en nuestra dieta no es una cuestión de elección individual, como quiere hacernos creer la industria alimentaria. Se nos obliga a desear estos productos. Los UPP son fórmulas industriales creadas con el fin de ser altamente palatables (sabrosas) e incluso adictivas, especialmente si se introducen a una edad temprana.
[Boletín nyéléni 55]La industria alimentaria invierte miles de millones en marketing y ventas, utilizando dibujos animados y personajes famosos, obsequios y colocación estratégica en tiendas. Las tiendas pequeñas reciben frigoríficos y carritos publicitarios, y los programas de comidas escolares y ayudas públicas son otros mercados lucrativos.
«Los alimentos ultraprocesados perjudican nuestra salud y son una de las principales causas de muertes prematuras»
Numerosas investigaciones demuestran que los UPP perjudican nuestra salud y son una de las principales causas de muertes prematuras. Cabe citar un mayor riesgo de obesidad y otras enfermedades no transmisibles (ENT), como enfermedades cardiovasculares (corazón), diabetes y cáncer, y también una mayor vulnerabilidad a las enfermedades infecciosas. A pesar de que las autoridades sanitarias internacionales y regionales han reconocido que esta asociación existe, es ferozmente rebatida por la industria alimentaria, que dedica grandes inversiones a investigación y medios de comunicación públicos para restar importancia a los efectos negativos de su producto más rentable.
Consecuencias medioambientales
Las desigualdades sociales son un factor importante que impulsa el consumo de productos ultraprocesados así como las enfermedades no-transmisibles asociadas a ellos. Especialmente en los países de renta alta y en las zonas urbanas, estos productos suelen ser más fácilmente accesibles que los alimentos frescos y mínimamente procesados, tanto físicamente como por su precio. Esto se debe fundamentalmente a que lo que se paga por ellos no refleja sus costes reales de producción. Aunque la industria de los UPP nos presenta una “apariencia de diversidad” en sus productos, están basados en gran medida en un puñado de cultivos de alto rendimiento y bajo coste: maíz, trigo, soja, azúcar y aceite (de palma).
«Consecuencias en el medio ambiente: deforestación, contaminación del agua, el aire y el suelo con agrotóxicos, uso excesivo de agua, pérdida de biodiversidad, emisiones de CO2 derivadas de la producción, el transporte y el envasado, y los residuos plásticos»
Los costes de las graves repercusiones para el medio ambiente de los monocultivos y las cadenas comerciales mundiales asociadas a ellos, no se contabilizan. Entre ellos figuran la deforestación, la contaminación del agua, el aire y el suelo con agrotóxicos, el uso excesivo de agua, la pérdida de biodiversidad, las emisiones de CO2 derivadas de la producción, el transporte y el envasado, y los residuos plásticos.
Costes sociales
A esto se añaden los inmensos costes sociales: desplazamiento de poblaciones rurales (y de sus formas alternativas de producción e intercambio), dependencia y pago de precios bajos a los productores de alimentos, así como explotación en condiciones de trabajo y salarios de toda la cadena alimentaria industrial. La producción y distribución a escala masiva, así como los beneficios fiscales que obtienen las empresas, contribuyen aún más al coste artificialmente bajo de los UPP.
«Para recuperar el control sobre lo que comemos y tener realmente la capacidad de elegir, debemos frenar el poder empresarial sobre todo el sistema alimentario»
Para recuperar el control sobre lo que comemos y tener realmente la capacidad de elegir, debemos frenar el poder empresarial sobre todo el sistema alimentario. Se necesitan urgentemente medidas reguladoras de los UPP, como las etiquetas de advertencia y las normas de comercialización, que constituyen un imperativo de salud pública. Al mismo tiempo, también tenemos que trabajar en alternativas viables. Para que haya diversidad en nuestros platos necesitamos diversidad en nuestros campos; para tener alimentos sanos, necesitamos suelos sanos. Esto requiere políticas públicas para la transición hacia la agroecología, así como apoyo a los mercados de agricultores, cooperativas y otros sistemas de distribución e intercambio basados en la proximidad y la solidaridad. Además, debemos abordar las desigualdades estructurales que impiden el acceso a alimentos reales, entre otras cosas garantizando salarios e ingresos dignos.
«Esto requiere políticas públicas para la transición hacia la agroecología, así como apoyo a los mercados de agricultores, cooperativas y otros sistemas de distribución e intercambio basados en la proximidad y la solidaridad»