El jueves 18 de abril pretenden desalojar un proyecto que ha recuperado campos de cultivo para ejecutar un PGOU que acabaría con 40 hectáreas de espacios naturales y suelos fértiles.
[El Salto]Toda cocina tiene un punto de experimentación. Vale que hay miles de recetas para consultar pero cada quien siempre pone su toque y para mejorar no hay más camino que probar, equivocarse y volver a intentarlo. Hace dos años, con esta actitud, decidimos poner en marcha una huerta comunitaria en Berango. Recuperamos un terreno de 8 hectáreas sobre el que planean construir más de 500 viviendas, un pelotazo urbanístico de 30 millones de euros. Así echó a andar Otxantegi Herri Lurra, con la soberanía alimentaria por bandera y convertida en trinchera en la guerra contra la especulación que arrasa Uribe Kosta.
¿Cuántos espacios naturales hemos perdido para siempre en los últimos años, sepultados por el rodillo de la especulación urbanística? Pese a todo, el acceso a la vivienda es un rompecabezas, cuando no un imposible, para la mayoría. El actual PGOU del ayuntamiento de Berango contempla la construcción de 2.300 nuevas viviendas, casi doblar el tamaño del pueblo. Un crecimiento para mayor gloria de las empresas constructoras y grandes propietarios, como la familia Agirre-Lipperheide.
«Recuperamos un terreno de 8 hectáreas sobre el que planean construir más de 500 viviendas, un pelotazo urbanístico de 30 millones de euros»
Cada terreno de suelo fértil que sepultan bajo hormigón es un eslabón de la cadena que nos ata a un modelo agroindustrial profundamente injusto e insostenible. Convierten nuestros pueblos, nuestro entorno, en un negocio millonario para unos pocos a costa del presente y el futuro de la mayoría. En los planes del gobierno municipal no hay ni rastro del alquiler social, ninguna previsión para ampliar los equipamientos locales, como el polideportivo o la escuela. Dibujan mapas grises, de centros comerciales, bloques de edificios, carreteras y parkings, que nos hacen llevar vidas tristes, de casa al trabajo, del trabajo a casa, y el consumo se impone como la única vía para realizarnos.
En Otxantegi hemos conocido la alegría de juntarnos de forma diferente. Hemos intentado ser un poco más dueñas de nuestras vidas, empezando por lo que comemos. La total desconexión con el mundo de la agricultura que sufrimos nos hace terriblemente dependientes del sistema económico. No podemos decidir qué comemos, cómo y en qué condiciones los producimos, ni dónde lo consumimos. Estamos sometidas a los caprichos del mercado, la dictadura de los hipermercados y los castigos de la inflación. Los espacios en que encontrarnos, experimentar, crear y ensayar un mundo nuevo y posible nos son tan necesarios como el comer.
El PGOU del Ayuntamiento de Berango contempla la construcción de 2.300 nuevas viviendas, casi doblar el tamaño del pueblo. Un crecimiento para mayor gloria de las empresas constructoras y grandes propietarios, como la familia Agirre-Lipperheide
Se calcula que los sistemas agroindustriales son responsables de un tercio de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Además, las pésimas condiciones de las trabajadoras del sector es una constante que se repite temporada tras temporada en grandes explotaciones. Aunque parece un asunto global, el problema empieza a las puertas de casa. Cada terreno de suelo fértil que sepultan bajo hormigón es un eslabón de la cadena que nos ata a un modelo agroindustrial profundamente injusto e insostenible. El plan de ordenación urbana de Berango, es solo un ejemplo, prevé acabar con 40 hectáreas de espacios naturales y suelos fértiles.
El cambio con el que soñamos es mucho más grande que los terrenos que nos hemos empeñado en defender, y seguiremos luchando por hacerlo posible. Mientras tanto, estos espacios en los que encontrarnos, experimentar, crear y ensayar un mundo nuevo y posible nos son tan necesarios como el comer. El próximo 18 de abril quieren desalojarnos de nuestra pequeña cocina. Nosotras vamos a defenderla, porque nos va la vida en ello.