Las 10 claves para una una transición energética ecofeminista (¡basta de reproducir patrones patriarcales!)
Para hablar de una transición justa hay que asegurar el acceso a la energía como derecho y que además sea limpia (renovable), entre otras cuestiones como la colectiva y la memoria.
A principios de noviembre participé como moderadora en una mesa redonda sobre transición energética ecofeminista en Donosti. La persona que trabaja como movilizadora para Euskal Herria en Greenpeace, Lorea Flores, tuvo el acierto de incorporar el ecofeminismo como uno de los temas centrales de unas jornadas sobre transición energética que duraron varios días.
Quiso la suerte, además, que consiguiésemos reunir en la misma mesa a los cuatro perfiles que consideramos centrales poner en diálogo con el ecologismo: el ámbito sindical, de la mano de Ainhoa Etxaide, del sindicato LAB; el ámbito político institucional, con Ainhoa Intxaurrandieta; el ámbito empresarial social, con Esther Muñoz, del proyecto Ko-energía; y el de la comunicación, con Mª Ángeles Fernández, de Pikara Magazine. Juntas fuimos pergeñando las claves que debería reunir la transición energética, a cualquier escala, para poder considerarse una transición ecofeminista, o lo que es lo mismo, para poder considerarla una transición que merezca la pena. Como muchas veces a lo largo de la historia han recordado las feministas, ¿para qué queremos cambiar algo si lo nuevo va a seguir reproduciendo el patriarcado?
He reunido en este texto los frutos de esa construcción colectiva, las claves de una transición energética ecofeminista.
1. La sostenibilidad de la vida en el centro
Queremos una transición energética que no ignore nuestra ecodependencia y nuestra interdependencia, que deje de quemar combustibles fósiles y que asegure la protección de los ecosistemas, el respeto al resto de seres vivos y unas vidas dignas para todes. Nos sostienen nuestros vínculos con la naturaleza y nuestros vínculos con otras personas y ambos deben de ser el centro de cualquier plan o política energética. No son palabras abstractas, los vínculos son concretos y visibles. Queremos que se hable de ellos, que formen parte de nuestra cultura y también que tomen forma en los planes de transición energética. Hay políticas y medidas que permiten fortalecer esos vínculos y otras que los debilitan y destruyen. Necesitamos sólo las primeras.
2. El acceso a la energía como derecho
La Constitución española reconoce varios derechos fundamentales relacionados con el derecho a la energía, entre ellos, el derecho a una vivienda digna y adecuada, a un medio ambiente sano, a la salud o a la educación. Sin embargo, se siguen sucediendo los cortes de suministro energético y el número de personas que viven en situación de pobreza energética no deja de aumentar. Para hablar de una transición justa hay que asegurar el acceso a la energía como derecho y que además sea limpia (renovable). La Ley 24/2015, de medidas urgentes para afrontar la emergencia en el ámbito de la vivienda y la pobreza energética de Cataluña es un ejemplo de normativa que pone por delante de los intereses de las compañías eléctricas el derecho a la energía.
3. Que confronte el poder
Una transición energética que no cambie las reglas del juego y no confronte a los que ostentan el poder (las grandes eléctricas y petroleras) no es el tipo de cambio que nos interesa. El ecofeminismo saca a la luz el conflicto irresoluble capital-vida. Dentro de los parámetros capitalistas no puede desarrollarse la vida en condiciones de dignidad para todas las personas. Es sencillamente imposible porque la acumulación de beneficios siempre se hace con base en la explotación de los recursos y de las condiciones de vida de las personas. Por sus beneficios y para que no cambien las reglas que sigan permitiendo su acumulación, las eléctricas ponen trabas a las alternativas más transformadoras, como aquellas basadas en el autoconsumo solar colectivo.
«Dentro de los parámetros capitalistas no puede desarrollarse la vida en condiciones de dignidad para todas las personas»
4. Organizada, colectiva y planificada
Ainhoa Etxaide puso sobre la mesa la necesidad de poner en marcha la transición junto a las personas trabajadoras y hacerlo de forma planificada y organizada. Necesitamos un plan para aquellos sectores tradicionalmente más vinculados a la energía y la industria y también para todas aquellas personas trabajadoras, especialmente mujeres, que viven las consecuencias de cambios programados para la reducción del consumo de energía como el teletrabajo, la reducción de la jornada laboral o las franjas horarias para el consumo de energía porque sabemos que no afectan por igual a toda la clase trabajadora. Como bien apunta LAB, necesitamos acuerdos sociales para elaborar una hoja de ruta compartida y presionar a instituciones y corporaciones. Ainhoa Intxaurrandieta nos recordaba en este sentido que es crucial que los cambios vengan desde abajo.
5. Que cuestione privilegios
Todas las personas tenemos las mismas necesidades energéticas (tener una temperatura adecuada en nuestro hogar en invierno y verano, desplazarnos al trabajo, al médico, a quedadas con amigas, acceso a la tecnología para nuestra vida diaria, etcétera). Lo que varía de unas culturas a otras y en función de factores sociales como la clase o el género es la forma en que satisfacemos esas necesidades. En un mundo de recursos limitados, en el que además hemos sobrepasado ya seis de los nueve límites que marcan el umbral de la seguridad humana, debemos definir colectivamente la forma en que queremos satisfacer nuestras necesidades para que todas las personas puedan tenerlas cubiertas. Esto implica cuestionarnos ciertos privilegios, pero también reconectarnos con lo que de verdad importa.
6. Basada en la reducción y la suficiencia
En esto del consumo energético nos hemos pasado ya 15 pueblos. No hay forma de sostener dentro de los límites biofísicos del planeta el consumo energético de las sociedades del norte global, concretamente de sus clases medias y altas. Es necesario reducir el consumo de energía con criterios de suficiencia, es decir, definiendo lo que es suficiente para sostener vidas dignas, ni más ni menos.
«En esto del consumo energético nos hemos pasado ya 15 pueblos»
7. Desde los cuerpos y los territorios
La crisis energética, agroalimentaria y de materiales tiene consecuencias en los territorios y en los cuerpos de muchas personas. Cada año mueren cientos de activistas por defender sus formas de vida tradicionales de grandes proyectos agroindustriales, de minería o de explotación forestal. Muchas de estas personas represaliadas y perseguidas son mujeres que denuncian, también, cómo estos proyectos profundizan el patriarcado en sus comunidades y provocan el aumento de las violencias. No queremos una transición energética que, en aras del progreso y el cambio tecnológico, profundice miradas colonialistas de los territorios y sus gentes y reproduzca modelos que reactualicen el patriarcado.
8. Relocalizada y reconectada con el territorio
Una de las reflexiones que vertebraron la mesa fue la desconexión total que tenemos de la naturaleza que nos nutre y nos aporta los recursos necesarios para sostener nuestras vidas. El acceso a los combustibles fósiles permitió y aceleró esta desconexión. Una transición basada en el fin de esos combustibles debe permitir también la reconexión con el territorio: de qué recursos disponemos, para qué usos del territorio y sus gentes los necesitamos, de qué otros lugares necesitamos recursos y a quiénes afecta eso… Todos ellos son elementos que deben formar parte del análisis y el debate democrático en torno al modelo energético.
9. Que no nos culpabilice
Los responsables del cambio climático son quienes menos están sufriendo y sufrirán sus consecuencias; también son quiénes menos ven recortados sus beneficios mientras el resto de la población cada vez tiene menos acceso a servicios públicos de calidad y a un medio ambiente sano. Desde nuestra responsabilidad por conservar lo común y nuestro privilegio de poder dedicarle tiempo a pergeñar colectivamente la transición energética, queremos hacerlo sin culpabilizarnos ni generarnos ansiedad. Reivindicamos la alegría, la desobediencia y la acción no violenta. Juntas conseguimos más y descubrimos la felicidad de ser parte de algo que dota de sentido nuestras vidas, como nos contó Esther Muñoz que manifiestan todas las personas que forman parte de comunidades energéticas.
«Reivindicamos la alegría, la desobediencia y la acción no violenta»
10. Con memoria
Para terminar, Mª Ángeles Fernández de Pikara Magazine nos recordaba la importancia de la memoria. Recuperar recuerdos para construir memoria colectiva nos permite dotar de sentido al pasado para llevarlo al presente y al futuro. En este sentido, nos recordaba la importancia de no olvidar a todos esos pueblos y familias que perdieron sus casas, sus raíces, sus tierras en pos del desarrollo hidráulico y energético de este país. Qué recibieron a cambio y qué reconocimiento tuvieron puede ayudarnos a entender mejor las cosas que ocurren y, sobre todo, a planificar una transición energética que aprenda de este ejercicio de la memoria.