Jenofa Berhokoirigoin: «Lo que está en la base del malestar de los trabajadores del campo es la cuestión del modelo de agricultura»

Movilizazioa Bilbon. Eutsi baserriari.

[Argia]

Las protestas de los cultivadores que se van extendiendo a nivel europeo en las últimas semanas nos han puesto de manifiesto que el sector primario atraviesa una profunda crisis. Si de las exigencias de uno u otro sindicato o de los clamores de los grupos asindicales no se puede extraer una lectura unitaria, podemos aventurarnos a una conclusión clara que serviría para todos: el modelo de agricultura productivista lanzado al día siguiente de la Segunda Guerra Mundial se ha llevado hasta el extremo y tiene sus límites de par en par. Si bien esta constatación cuenta con el beneplácito de todas las partes, siempre al margen de las de mala fe, la cuestión se complica a la hora de tratar de los orígenes de la crisis y de las soluciones a poner en práctica.

Ahora que los sindicatos FNSEA y JA de Iparralde y del Estado francés han dado el mandato de poner fin a los bloqueos y los agricultores de Hego Euskal Herria y del Estado español están protestando, está quedando claro que en las causas de la crisis se sitúa la Política Agraria Común (PAC) y un mercado que no garantiza rentas dignas a los agricultores. A la vista de las respuestas del Gobierno francés y de la Comisión Europea en general a la protesta, se nos aclara lo que se pone en la mesa de negociación: se trata de cortar el paso a una transición ecológica que es incompatible con la agroindustria.

Los sindicatos FNSEA y JA, impulsores de la agroindustria y con el poder político a su favor, han salido satisfechos de las negociaciones: han logrado atajar el Plan Ecophyto para Francia, que tenía como objetivo reducir en un 50% el uso de pesticidas para 2030. También han conseguido la sumisión al Estado de la Agencia Independiente de la Biodiversidad, encargada de hacer respetar las normas medioambientales. Del mismo modo, la sombra de los lobbies agroindustriales se manifiesta en las reivindicaciones de los grupos asindicales de Whatsapp puestas en marcha en el Estado español: la eliminación de la Agenda 2030 a favor del desarrollo sostenible, la suavización de las condiciones de la PAC a favor del medio ambiente, incluyendo la obligación de dejar en barbecho el 4% del terreno...

Euskal Herria, Grecia, Países Bajos, Alemania, Estados español y francés, Italia... El movimiento es europeo y desde Europa también hay respuestas en la misma dirección: el 6 de febrero la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, ha suspendido la medida de reducir en un 50% el uso de plaguicidas para 2030 y también se habla rápidamente en Bruselas de la eliminación de la obligación de dejar en barbecho el 4% de la tierra.

En France Culture France, Allemagne, Pays-Bas: Haro sur le Pacte Vert Européen (Francia, Alemania, Países Bajos: Tratado Verde Europeo), el investigador del Instituto de Relaciones Internacionales y Desarrollo Sostenible (IDDRI) Pierre-Marie Aubert dice: "¿Tenemos el Green Deal (Pacto Verde) como denominador común de la indignación de los cultivadores de diferentes países? Puede ser. ¿Que el Green Deal es la causa de las dificultades de los agricultores? Eso no". Desgraciadamente, así se nos presenta las respuestas a la crisis. En el fondo, lo que tenemos es un lobby por la agroindustria. Y no es algo nuevo. El 10 de diciembre del año pasado un lobby tóxico estuvo en las entrañas de la decisión europea de permitir el glifosato. Y entonces no había cortes de carretera de tractores.

En este periodo, sin embargo, los grupos de presión han absorbido el malestar y la desesperación de los agricultores y en eso consiste el juego sucio de los poderosos a través de sus medios de comunicación mainstream. De forma que no sea demasiado obvio, se están consiguiendo medidas para mejorar un poco la situación económica de las granjas, como la aceleración de la distribución de las subvenciones PAC y la garantía de subvenciones extraordinarias inmediatas.

Advertidos de esta jugarreta, pronto se unieron al movimiento de los agricultores medio centenar de grupos ecologistas del Estado francés: "Desmintamos lo que dicen la propaganda del Gobierno y los discursos autoritarios que buscan enriquecerse aún más estimulando el rencor entre nosotros: seguiremos siendo vuestros aliados porque es un asunto de vida o muerte". En el mismo tono, la Confederation Paysanne, el ELB y EHNE Bizkaia también están en lucha, colocando a la agroindustria como culpable y expandiendo la solución de la agroecología.

La conspiración de los lobbies para no dar paso a los cambios

Aguas y tierras contaminadas por plaguicidas; tierras empobrecidas por la monocultura; precios injustos consolidados por la financiación; pérdida de soberanía de los agricultores; debilitamiento de la biodiversidad; desapariciones de pequeñas granjas –en los últimos veinte años han desaparecido cinco millones de granjas europeas y otros seis millones desaparecerán para 2040-; situación precaria de numerosos agricultores; mercancías liberalizadas a nivel mundial incontroladas; cánceres por plaguicidas... He aquí las principales limitaciones del sistema agroindustrial. Todo ello, además, en un contexto de crisis climática: el 23% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero provienen del cultivo industrial, al tiempo que los agricultores son las primeras víctimas de fenómenos meteorológicos extremos. En eso estamos.

En el artículo Crise agricole: la politique de la rustine en impasse, publicado en la web AOC, el investigador Alexis Gonin nos explica en detalle que estamos en una encrucijada: o seguimos con esa tendencia productivista, llevada al extremo, o canalizamos un cambio sistemático radical, revisando completamente los sistemas de cultivo y alimentación. Dice que la PAC siempre ha sabido situarse en función de los retos planteados por el contexto (la soberanía alimentaria europea primero, la posición de Europa en el mercado mundial después) y que hoy en día debe reubicarse: "Con la extrema ecologización del cultivo, la nueva PAC debería poner en el centro la salud de los consumidores, de los trabajadores y del medio ambiente".

Sin embargo, la "modernización ecológica del cultivo" desarrollada en los últimos años no responde a los retos actuales. "Es un oxímoron irrealizable el del productivismo verdea modo de capitalismo verde", ha dicho Gonin. Además, incrementa el malestar a los agricultores: "Podemos destacar el rechazo de las normas en la protesta de los cultivadores. Estas normas son prototipos de la política de modernización del cultivo. Nos ponen en evidencia la contradicción del modelo: se quiere seguir con el productivismo, pero con los daños colaterales más dañinos, sobre todo los ecológicos. Están escritos por burócratas de Bruselas o París en respuesta a obligaciones ecologistas urgentes. En esa compleja cadena administrativa están los agricultores y cada vez tienen que cumplir normas más precisas y técnicas".

Los sindicatos grandes andan como si la acumulación de normas tuviera como prioridad paliar ese malestar, pero a la hora de negociar miran a intereses propios: la eliminación de las normas ecológicas.

En realidad, la salida es clara: un cambio sistémico

La Food System Economics Commission (Comisión Económica del Sistema Alimentario) ha hecho público el informe científico elaborado durante cuatro años sobre las protestas de miles de agricultores. Este informe, escrito por unos 60 investigadores independientes a nivel mundial, se expresa con claridad: el actual modelo de agricultura genera unos costes anuales de 3 billones de dólares en el campo del medio ambiente y otros 11 billones de dólares en el campo de la salud. Las dos direcciones, el statu quo o la transición ecológica, tienen una conclusión clara: ganaríamos entre 5 y 10 billones de dólares con la transición sistémica. El cambio global significaría que lo revisamos todo a nivel local y mundial: cambiamos los hábitos de cocinar –menos carne, más consumo local y más beneficios ecológicos–, y para fomentar una agricultura sostenible se establecen políticas alimentarias valientes –gravar a los grandes usuarios de pesticidas y reorientar ese dinero tanto a las pequeñas granjas como a los consumidores más precarios, y una clara promoción de la agroecología–.

"El coste de esta transformación, con un rango anual del 0,2 al 0,4% del PIB mundial, es pequeño a la altura de los billones de dólares que podría conseguir. Los sistemas alimentarios son una herramienta interesante para hacer frente a las urgencias climáticas, naturales y de salud, mejorando el nivel de vida de millones de ciudadanos", en palabras del investigador Herman Lotze-Camp. La voluntad de dar un remedio duradero y sincero al malestar de los agricultores hace que quienes deciden tengan pistas interesantes en ese informe. El problema es que, de momento, tienen la mirada puesta en el malestar de los agroindustriales.

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