Javier Guzmán (Justicia Alimentaria): «Trump y la posibilidad de una soberanía alimentaria europea»

La llegada de Donald Trump al poder pondrá patas arriba el tablero alimentario global, y ya se habla de las graves consecuencias para el sector agrícola español, que los últimos años ha derivado en una plataforma agroalimentaria por y para la exportación.

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[Justicia alimentaria]

Trump avisa de que protegerá su economía, y de manera especial el sector agrario, a través del aumento de aranceles. Y no se trata de mera propaganda electoral, sino que hace pocos días hemos sabido que Trump quiere imponer aranceles del 25% a productos alimentarios de Europa como respuesta a las ayudas que la UE ha ido otorgando a la empresa Airbus, lo cual ha perjudicado a Boeing.

Pero más allá de que esto sea una realidad o una mera excusa, lo cierto es que los tambores de guerra empiezan a sonar. La UE y el estado español tenemos superávit en el intercambio agroalimentario con EEUU. Esto obviamente aumenta de manera muy importante el riesgo de conflictos comerciales o incluso guerras comerciales, que de una forma u otra podrían afectar la agricultura de la UE.

Pero no sólo el baile es con Europa, con la que, en un momento dado, como ha ocurrido en el pasado, podría negociar aranceles, sectores y productos, sino que todo apunta a que será global, pues su máximo rival es China, a la que propone un 60% de aranceles. Este hecho, por sí solo, desencadenaría medidas de represalia de China y de todos los países a los que se les imponga los aranceles, que no serán pocos en esta batalla de bloques.

«Todo indica que es posible encontrarnos con una restricción grave a la entrada de productos alimentarios en el mercado estadounidense»

Es posible encontrarnos con una restricción grave a la entrada de productos alimentarios en el mercado estadounidense. En este punto se abren varios escenarios, desde los más restrictivos hasta otros más probables de negociación, pero incluso en este escenario sabemos que la agricultura es un elemento crítico para la política de Trump, y que además siempre ha sido utilizada por la UE como moneda de cambio para asegurar otras industrias centrales como la automovilística, química etc. Por tanto, todo indica que es posible encontrarnos con una restricción grave a la entrada de productos alimentarios en el mercado estadounidense.

Y en este escenario de guerra comercial global, difícilmente sería muy improbable que la UE, y todavía más el Estado español, pudieran derivar el excedente de producción a otros países que previsiblemente también estén protegiendo sus mercados, y donde los productos de Estados Unidos serían más baratos y competitivos. Es en esta clave que se entiende el anuncio de Trump de una bajada drástica de los costes energéticos para los agricultores. Frente a ello, no hay nadie que defienda a las empresas europeas en una OMC, que si no está ya muerta, al menos mal herida y fundamentalmente inservible.

A este escenario, hay que incluir una nueva dificultad, y es que nuestros productos agrarios serán más caros por los aranceles y, además, serán menos competitivos que los estadounidenses en terceros países, por los costes añadidos que tienen los agricultores europeos derivados de la aplicación de las medidas del Pacto Verde.

«Nuestros productos agrarios serán más caros por los aranceles y, además, serán menos competitivos que los estadounidenses en terceros países, por los costes añadidos que tienen los agricultores europeos derivados de la aplicación de las medidas del Pacto Verde»

Porque no se engañen, el diseño actual de la PAC y del Pacto Verde estaba pensado para un mercado global y desregulado, se trataba de exportar, de crear ventajas competitivas y además que la OMC acompañara con medidas similares a otros países y más cuando se tratara de la entrada en territorio europeo. En este nuevo escenario, todo ese andamiaje se cae, se derrumba como un castillo de naipes.

Y es que Trump ha puesto a Europa frente al espejo, una Europa que lleva décadas apostando a una destrucción de los sistemas alimentarios locales, basados en la agricultura familiar, desmantelando el poco control y regulación de rentas y precios que aún quedada, y apostándolo todo al mercado global, a la agroexportación y la deslocalización y fragmentación alimentaria, un sistema que al fin ha demostrado ser endeble . Un sistema, además, incapaz de resolver y adaptarse a los retos del cambio climático, las nuevas condiciones meteorológicas extremas, bajada en la productividad agrícola, falta de recursos como el agua, aumento de costes y finalmente escalada de precios para el consumidor que nos sume en un círculo infinito de empobrecimiento y brecha alimentaria.

Y en este escenario de una UE absolutamente volcada a la derecha, ¿será capaz de mantener los compromisos del pacto?, ¿pondrá en peligro la cuenta de resultados de algunas de las mayores grandes empresas?, ¿o simplemente desmantelará lo que queda del pacto verde que ya fue podado en la anterior legislatura?

«O bien apostamos a lo de siempre (...) o revisamos nuestro modelo agrario, fomentando los sistemas alimentarios locales, la conexión con el consumo interno, el respeto al medio ambiente y recursos, y lo convertimos en un sector estratégico y punta de lanza para la adaptación y mitigación del cambio climático. No hay más»

Trump ha acelerado la llegada de una encrucijada que tenía que llegar. Europa ahora ha de decidir su sistema alimentario, se trata de una diatriba... si me apuran, civilizatoria. O bien apostamos a lo de siempre, a la agroexportación, pesticidas, esquilmación de acuíferos y explotación de inmigrantes para competir y competir, pero que esta vez nos lleva a la ruina económica, y nos olvidamos del pacto verde, y del cambio climático, y volvemos a carbonizar la agricultura, o revisamos nuestro modelo agrario, fomentando los sistemas alimentarios locales, la conexión con el consumo interno, el respeto al medio ambiente y recursos, y lo convertimos en un sector estratégico y punta de lanza para la adaptación y mitigación del cambio climático. No hay más.

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