Hay decenas de compañías que están enrolando fincas para el sistema de agricultura de carbono. La mayoría de ellas se centran en fincas a gran escala de América del Norte, Europa y Brasil, aunque hay algunas iniciativas que se basan en fincas pequeñas.
El 2024 fue un año difícil para la industria de los créditos de carbono. Parecía que cada semana traía un nuevo escándalo.[1] Las investigaciones de la BBC sobre los proyectos de crédito de carbono implementados por grupos de conservación de vida silvestre de EEUU dejaron en evidencia casos de violencia sexual en Kenia y que las afirmaciones sobre la reducción de la deforestación en Camboya estaban extremadamente abultadas.[2] El diario Washington Post denunció la participación de empresas de créditos de carbono en el acaparamiento ilegal de más de 20 millones de hectáreas de tierras públicas en Brasil y la empresa alemana de televisión ZDF publicó lo que fue conocido como “uno de los mayores casos de fraude en la industria petrolera de Alemania”, en el cual las compañías petroleras usaban proyectos de carbono en China que “solo existen en el papel” con el fin de lograr sus metas de emisiones.[3]
Quizás el escándalo más vergonzoso para la industria fue cuando una de sus estrellas, Ken Newcombe, el ex director ejecutivo de la empresa de créditos de carbono, C-Quest Capital LLC, fue llevado a juicio por fraude por una oficina del Fiscal General de EEUU, acusado de haber emitido millones de créditos de carbono falsos a través de proyectos de construcción de fogones en Malaui.[4]
El 2025 podría ser aún peor. Shell ha sido acusado de usar “créditos fantasmas” generados por proyectos de arroz en China para etiquetar su gas natural como “carbono neutral” y una corte de Kenia dictaminó que las áreas de conservación usadas para vender créditos a Meta, Netflix y British Airways no tienen bases legales.[5] Además de esto, una empresa de proyectos de compensación de carbono que vendió créditos a estrellas de Hollywood y a multimillonarios de EEUU bajo el lema “Los ricos limpios son los nuevos asquerosamente ricos”, está ahora bajo investigación por el Departamento de Justicia y la Comisión de Bolsa y Valores de EEUU.[6]
Esta sucesión de escándalos aún no logra acabar con el interés por los créditos de carbono. En algunos grupos, el interés es cada vez mayor. Como los escándalos están relacionados con proyectos de compensación de carbono basados en “evitar emisiones” (como la protección a la selva húmeda), varias compañías ahora buscan proyectos que dicen extraer el carbono del aire para retenerlo en el suelo o los árboles. En 2024, GRAIN publicó artículos sobre cómo esta situación está generando una nueva ola de acaparamiento de tierras para proyectos donde se plantan árboles y otros cultivos para producir créditos de carbono.[7] Entre 2016 y 2024, más de 9 millones de hectáreas de tierra han sido acaparadas para estos proyectos. La gran mayoría de estas tierras están en el Sur global y muchas de ellas están relacionadas con escándalos y daños a las comunidades locales.[8]
Ahora se están abriendo las compuertas para otro tipo de proyectos de créditos de carbono, apodados “agricultura de carbono”. Estos proyectos aseguran que acumulan carbono en los suelos mediante prácticas como la cero labranza o rotaciones de cultivos de cobertura que, dicen, aumentan el carbono orgánico en el suelo. Los esfuerzos por desarrollar estos proyectos vienen desde la década pasada, pero el mercado de los créditos de carbono se ha demorado en despegar.[9] A fines de 2022, solamente el 0.02% de los 1 700 millones de crédito emitidos en mercados de carbono voluntarios, provinieron de proyectos de agricultura de carbono.[10] Pero bajo el liderazgo de las poderosas corporaciones del sector alimentario, esto parece estar cambiando.
Bases cuestionables
Hay decenas de compañías que están enrolando fincas para este sistema de agricultura de carbono. La mayoría de ellas se centran en fincas a gran escala de América del Norte, Europa y Brasil, aunque hay algunas iniciativas que se basan en fincas pequeñas, como los que están a cargo de la ONG holandesa Solidaridad que enrola a personas agricultoras a pequeña escala del Sur global que producen algodón, cacao y otros cultivos de materias primas destinadas a las corporaciones.[11] (Ver siguiente tabla: Iniciativas corporativas de agricultura de carbono)
La mayoría de las iniciativas de agricultura de carbono son operadas por corporaciones de agronegocios o de alimentos, o tienen asociaciones importantes con ellas. Para las empresas de semillas, fertilizantes y pesticidas, como Yara o Bayer, este sistema es una forma de atraer a las agricultoras y agricultores hacia sus plataformas digitales donde pueden inducirles a comprar más de sus productos.[12] Las compañías del sector alimentario como Cargill, ADM y Mars ven a la agricultura de carbono como la forma de enfrentar las enormes emisiones de sus cadenas de distribución, conocidas como “emisiones de alcance 3”. A través de estos mecanismos pueden cuantificar la cantidad de carbono que agricultoras y agricultores capturan en sus suelos y utilizarlo como compensación de sus emisiones de alcance 3. Las corporaciones llaman a esto “inserción” para diferenciarlo de los créditos de carbono producidos fuera de su cadena de distribución.
Las corporaciones tienen prisa por involucrarse en la agricultura de carbono, pero la ciencia que la sustenta es discutible y ha sido cuestionada.[13] Esto comienza con su suposición más básica: que una tonelada de carbono extraída de la atmósfera y convertida en carbono orgánico del suelo es equivalente a una tonelada de carbono emitido a la atmósfera por la quema de combustibles fósiles o, en otras palabras, que una tonelada de carbono “capturado” compensa una tonelada de emisiones. Esto es falso. Una tonelada de combustible fósil que permanece en el suelo es fácilmente cuantificable y es permanente, mientras que una tonelada de carbono capturado en tierras de cultivo es difícil de medir con exactitud y es altamente volátil, particularmente en un mundo de caos climático.
Un artículo científico publicado por Nature en noviembre de 2024, establece que los proyectos de captura de carbono necesitan almacenar el carbono por al menos mil años para “neutralizar” de manera efectiva las emisiones provenientes de los combustibles fósiles.[14] Pero actualmente los sistemas de agricultura de carbono de las corporaciones solo exigen garantizar un máximo de 40 años, y en muchos se requiere 10 años o menos.[15]
Quienes han estudiado el tema también hacen notar que el suelo tiene una tasa de saturación de carbono. Existe un límite a cuánto carbono puede ser agregado al suelo y la tasa a la cual puede ser agregado disminuye a medida que se llega al límite. Se podría decir que las llamadas "emisiones netas" de una finca (emisiones menos absorciones) disminuyen durante el primer período de un proyecto de cultivo de carbono, pero vuelven a aumentar cuando la finca comienza a acercarse a la tasa de saturación, algo que los mecanismos de agricultura de carbono no consideran. En realidad, cuando las tasas de saturación se tienen en consideración, los cálculos científicos indican que la remoción por parte de la agricultura de carbono correspondería a un volumen muy pequeño, cercano a 1% de las emisiones anuales de gases de invernadero a nivel global.[16] Esto es solo una fracción mínima del total de las emisiones provenientes del sistema alimentario, que equivalen a más de un tercio de las emisiones anuales de gases de invernadero a nivel global.[17]
A pesar de la controversia, las certificadoras de créditos de carbono están apoyando la agricultura de carbono y tienen prisa por desarrollar estándares y protocolos de certificación. Las principales compañías de certificación, como Gold Standard y Verra, han desarrollado estándares para la agricultura de carbono y protocolos internacionales para las inserciones dentro de las cadenas de distribución.[18]
Acaparamiento de crédito
En enero de 2025, Agreena de Dinamarca se convirtió en el primer “proyecto agrícola a gran escala” en ser registrado bajo la nueva metodología de agricultura de carbono de Verra. “Este es un momento crucial para el movimiento de la agricultura regenerativa y para llevar el tan necesitado financiamiento del carbono a las personas agricultoras”, señaló el CEO de Agreena, Simon Haldrup.[19]
Pero las personas “agricultoras” que trabajan con la compañía de Haldrup difícilmente pueden ser descritos como necesitados del financiamiento de carbono. Agreena trabaja principalmente con fincas a gran escala en Europa y casi la mitad de las tierras de cultivo bajo los proyectos certificados son de propiedad de los fondos soberanos de Arabia Saudita y de los Emiratos Árabes Unidos.[20]
El gigantesco fondo soberano de inversión de Arabia Saudita, Public Investment Fund (PIF), el cual también tiene la propiedad de una gran parte de la empresa nacional de petróleo, Saudi Aramco, controla alrededor de 200 mil hectáreas de tierras de cultivo en Ucrania a través de su división de alimentación y agricultura, SALIC. Afirman que han incorporado 156 mil hectáreas a un proyecto de agricultura de carbono certificado por Verra de Agreena.[21] ADQ, el fondo soberano de inversión de Abu Dabi, que también está muy relacionado con petróleo y gas, adquirió recientemente una finca de 55 mil hectáreas en Rumania, supuestamente la finca más grande de Europa, [22] que igualmente es parte del proyecto de agricultura de carbono de Agreena.[23]
SALIC también busca créditos de carbono en la ganadería en Brasil. Su subsidiaria, Minerva, uno de los más grandes productores de carne del mundo y notorio por sus vínculos con la deforestación y el acaparamiento de tierras en el Amazonas, lanzó recientemente un mecanismo de agricultura de carbono llamado MyCarbon, que produce créditos de carbono mediante el aumento del carbono en el suelo de praderas degradadas.[24] Entre sus socios está Yara, el gigante noruego de los fertilizantes, que fomentará que quienes participen del mecanismo empiecen a aplicar fertilizantes químicos en las praderas (algo que rara vez se hace en Brasil); también está la compañía estadounidense de pesticidas Brandt, la cual venderá su nueva línea de pesticidas biológicos a través del programa.[25]
Minerva, que comercializa su carne de exportación como “carbono neutral”, ya ha comenzado a vender créditos de carbono de sus programas en el mercado voluntario de carbono en Arabia Saudita (también de propiedad de PIF) y en la nueva bolsa de carbono de Dubái.[26] La mayoría de los créditos, hasta el momento, han sido comprados por Saudi Aramco.[27]
Esto es solo la punta del iceberg para Arabia Saudita y Brasil. Casi al mismo tiempo que Saudi Aramco compraba créditos de carbono de Minerva, el gobierno brasileño y el saudí iniciaron negociaciones para establecer un plan de US$120 mil millones, conocido como PNCPD, que “recuperará y convertirá” 40 millones de hectáreas de praderas y duplicará la producción de alimentos de Brasil.[28] Este inmenso mecanismo de agricultura de carbono, en el cual SALIC es el principal actor del sector privado, será financiado a través de una combinación de créditos de carbono, de préstamos e inversión extranjera. Por fuera del trato, Arabia Saudita obtendrá más carne y compensaciones de carbono para sus compañías petroleras, mientras que Brasil obtendrá los fondos para aumentar la producción para exportación de carne y otras materias primas agrícolas. Para el clima, la masiva conversión de tierras de praderas a plantaciones de soja y otros cultivos solo significará más emisiones y más deforestación.[29]
Minerva ya puso su plan en marcha. A través de una asociación con el Banco de Brasil y dos compañías líderes de la agricultura digital, MyCarbon de Minerva está implementando el programa PNCPD que entrega préstamos baratos para que el sector ganadero “modernice” sus estancias y genere créditos de carbono.[30]
Vender humo no enfriará al planeta
Más carne, más fertilizantes y más pesticidas no nos sacarán de la crisis climática, especialmente cuando el sistema se usa para lavar la imagen de más combustibles fósiles y alimentos procesados. La agricultura de carbono es presentada como una forma de reducir las emisiones del sistema alimentario, pero en realidad está siendo utilizada por Minerva y otras corporaciones como una forma de no hacerlo verdaderamente.
Esto es especialmente obvio cuando los créditos de la agricultura de carbono son usados para compensar las emisiones de combustibles fósiles de compañías como Saudi Aramco, pero aplica igual a los programas de “inserción” que muchas corporaciones de los alimentos llevan a cabo. Las inserciones son un mecanismo que tienen las compañías con cadenas de distribución que se superponen para unirse, compartir costos y en conjunto pedir reducción de emisiones de alcance 3. Esta es la razón por la cual han aparecido muchas alianzas para hacer agricultura de carbono entre compañías distribuidoras de grano como ADM y Cargill y procesadores de alimentos como PepsiCo y Nestlé. Estos mecanismos a menudo son descritos como “agricultura regenerativa” y se dice que no solo se trata de capturar carbono, sino también de reducir las emisiones y otros impactos que la agricultura industrial tiene sobre el medioambiente. (Ver recuadro: “Aunque la mona se vista de seda...”).
Sin embargo, en la práctica, la industria reconoce que estos programas consisten principalmente en la “remoción” de carbono a corto plazo (es decir, capturar carbono en el suelo).[31] La razón es que la captura de carbono es el resultado de pequeños cambios en la producción, tales como fumigar los campos con glifosato (RoundUp) en lugar de arar o usar cultivos de cobertura en la rotación. Pero eliminar o reducir de manera significativa las emisiones requiere la eliminación gradual de la mayoría de los insumos químicos y reorganizar la producción hacia los mercados locales, hacia alimentos de alto valor nutritivo y hacia la moderación del consumo de carne y lácteos – cosas que ninguna de las grandes corporaciones de los alimentos está dispuesta a hacer o ni siquiera considerar.
No debemos dejarnos engañar por las corporaciones que buscan implementar los sistemas de agricultura de carbono que, según las palabras del director ejecutivo de Agreena, son “para llevar el tan necesitado financiamiento proveniente del carbono a las personas agricultoras”. Un estudio sobre los sistemas de agricultura de carbono en Haryana y Madhya Pradesh, en India, encontró que excluyen a las mujeres campesinas y al campesinad de castas marginalizadas. Pero quienes fueron excluidos pueden considerarse afortunados. De quienes participaron, 99% no recibieron beneficios monetarios de los créditos de carbono y muchos dijeron que sus rendimientos disminuyeron. No fue una sorpresa que más de un cuarto de las campesinas y los campesinos abandonaron los proyectos después del segundo año.[32]
Los impactos de la crisis climática en el sistema alimentario global son mayúsculos. Necesitamos hacer todo lo posible para reducir las emisiones en el sistema alimentario y restaurar la fertilidad de los suelos y necesitamos hacer esto simultáneamente con la reorganización de la producción y distribución de alimentos para enfrentar los graves problemas causados por el cambio climático. Existen muchos ejemplos en todo el mundo de iniciativas de la gente en esta dirección.[33] Pero en los sistemas de agricultura de carbono que las corporaciones intentan vender como soluciones a la crisis climática, vemos otro ejemplo de cuán penosamente ineptos son para abordar este desafío y cuán urgentemente necesitamos acabar con su poder en el sistema alimentario.
Aunque la mona se vista de seda…
Existe una fuerte resistencia contra las corporaciones que tratan de usar los créditos de carbono para alcanzar sus objetivos de reducción de emisiones. Incluso el principal organismo que define estándares para las corporaciones, la Iniciativa de Objetivos Basados en la Ciencia (SBTi por sus siglas en inglés), se niega a permitir a las corporaciones usar los créditos de carbono con el propósito de compensar sus emisiones, a pesar de la tremenda presión por parte de los grupos de cabildeo de las corporaciones.[34] Las razones, como reconoce SBTi, son que los créditos de carbono no pueden ser considerados equivalentes a las reducciones de emisiones (por una amplia serie de razones científicas y prácticas) y que, probablemente, las corporaciones las usarán para demorar o evitar las reducciones reales.[35] Esto significa que para una compañía como Microsoft no debería ser posible obtener un sello de SBTi para su plan de “emisiones cero” si incluye la compra de créditos de carbono de sus proyectos de plantaciones de árboles en Kenia para compensar emisiones de sus centros de datos.
Curiosamente, SBTi hace una excepción para los créditos de carbono que son producidos dentro de la cadena de distribución de una compañía en el sector agrícola y que son usados solamente para compensar las emisiones de la cadena de distribución de la compañía.[36] Estas compensaciones a menudo son llamadas “inserciones” y son generadas principalmente a través de sistemas de agricultura de carbono que afirman capturar carbono en el suelo. Así, por ejemplo, Nestlé puede compensar las emisiones generadas por fincas que producen trigo para sus galletas con las “inserciones” que estas fincas (y otras fincas) generan a través de los programas de agricultura de carbono patrocinados por Nestlé. SBTi argumenta que estas inserciones “no deben ser confundidas con compensaciones” porque solo pueden ser usadas por compañías de alimentos para cumplir sus objetivos de reducción de emisiones provenientes de sus cadenas de distribución.
Pero las inserciones de Nestlé que provienen de la agricultura de carbono plantean las mismas dudas que las compensaciones de Microsoft provenientes de plantaciones de árboles. Ambas están basadas en una falsa equivalencia entre remoción y emisión y ambas, claramente, son usadas por las compañías como una alternativa a la reducción de emisiones genuina. No importa cómo se llame – inserción o emisión – es tan solo un mecanismo para permitir a las compañías usar créditos de carbono falsos, en lugar de realmente disminuir las emisiones. Y una muestra más es que Nestlé y otros miembros del grupo de cabildeo de las inserciones está presionando actualmente por estándares de inserción que permitirían a las compañías usar créditos de carbono que no provengan de su cadena de distribución (como las plantaciones de árboles en Kenia) para compensar hasta la mitad de las emisiones de sus cadenas de distribución, cuando las inserciones por si solas no son suficientes.[37]