La liberalización de los mercados agrícolas trajo consigo la desaparición de los sistemas de control de la producción, apoyándose en la teoría de “a más producción, mayor rentabilidad”. La realidad es muy tozuda, y casi una década después de la desactivación de los últimos sistemas de control en producciones emblemáticas como el vacuno de leche y el vitivinícola, podemos afirmar que “a mayor producción, mayor miseria”.
La insuficiencia de los precios agrarios percibidos por la parte productora es la principal razón de la pérdida de explotaciones agrarias en el conjunto de la Unión Europea. Entre los años 2005-2020 se perdieron el 37% de las explotaciones europeas, con una tendencia en la que las pequeñas explotaciones son las más numerosas. El exceso de producción derivado de la falta de control de la misma, además de incidir directamente en los precios agrarios para la parte productora, genera excedentes de producción que repercuten de manera más sangrante en las pequeñas y medianas producciones agrarias.
«El exceso de producción derivado de la falta de control de la misma, además de incidir directamente en los precios agrarios para la parte productora, genera excedentes de producción que repercuten de manera más sangrante en las pequeñas y medianas producciones agrarias»
Un ejemplo muy ilustrativo lo podemos encontrar en el sector del vino en el conjunto de la denominación de Rioja, donde llevan acumulados como excedentes la producción de tres campañas sin contar los programas de destilación de vino. Un caldo de cultivo que genera prácticas comerciales desleales, fraudes en la propia denominación y otorga un marco de ventajismo comercial a las grandes bodegas.
Si queremos ir a la raíz del problema es imprescindible que la UE active nuevos mecanismos de regulación de los mercados, y una parte de éstos debe ser el control de la producción. Y en esta última cuestión es donde podemos aplicar y experimentar mecanismos desde lo local. Partiendo de que el umbral de nuestra producción lo debe marcar el volumen de consumo de nuestro mercado interno (en nuestro caso Euskal Herria); sin autoengañarnos y midiendo ese volumen de consumo en datos actualizados que incorporen las tendencias previstas.
«Es imprescindible que la UE active nuevos mecanismos de regulación de los mercados, y una parte de éstos debe ser el control de la producción»
Y en ese contexto herramientas como las Denominaciones de Origen deben jugar un papel fundamental, recuperando la esencia de ser instrumentos de diferenciación de producciones singulares ligadas a un territorio por su manera de producir, y actuando como mecanismos de diferenciación en un mercado globalizado.
Y cuando hablamos de recuperar la esencia, debemos centrar la mirada en la manera de producir, incidiendo en el modelo de producción y alimentación más allá de las variedades de cultivo o razas de los animales; y centrarnos en el mercado interno, abandonando las fiebres exportadoras. No es coherente que en los reglamentos de las Denominaciones de origen y marcas de calidad se sigan permitiendo los transgénicos (OGMs) en la alimentación animal, y que nuestras herramientas diferenciadoras quieran seguir cotizando en los mercados globalizados.
«Debemos centrar la mirada en la manera de producir, incidiendo en el modelo de producción y alimentación más allá de las variedades de cultivo o razas de los animales; y centrarnos en el mercado interno, abandonando las fiebres exportadoras»
Además de recuperar la esencia es necesario ampliar la mirada para definir nuevos sistemas de articulación más inclusivos, huyendo de jerarquizaciones y en el que el objetivo final sea la identificación de la manera de producir (no únicamente transformar) y resaltar la singularidad del producto y el territorio en la escala más precisa posible en la parte geográfica.
La sentencia judicial contraria a la creación de una nueva D.O. propuesta por Arabako Mahastiak y la presentación de la nueva marca A por parte de la Asociación de Bodegas de Rioja Alavesa (ABRA), son parte del proceso de debate de la construcción de nuevos sistemas alimentarios, en el que lo local debe ser la piedra angular sobre la que articular el proceso comprendido desde la producción hasta el consumo final. Y sólo así se podrán conseguir los objetivos del Pacto Verde Europeo o de la transición ecosocial que debemos abordar en Euskal Herria.
«La sentencia judicial contraria a la creación de una nueva D.O. propuesta por Arabako Mahastiak y la presentación de la nueva marca A por parte de la Asociación de Bodegas de Rioja Alavesa (ABRA) son parte del proceso de debate de la construcción de nuevos sistemas alimentarios»